No se oye ningún
despertador. Para despertarse a las 14:00 horas no hace falta. Gira
sobre su cuerpo y estira los brazos hacia los reposabrazos de la
silla de ruedas que está pegada al lado derecho de la cama. En el
aire coloca su cuerpo mientras se gira para encajar sus glúteos en
la silla mientras esquiva los reposapies. Cuando está sentado los
cierra. Hace rodar las ruedas sintiendo sus brazos después de unas
doce horas de sueño. Va al lavabo y se echa un poco de agua en la
cara. Después se dirige al ascensor que está al otro lado de su
habitación. En la planta baja aparca en el comedor. Enciende la
tele sólo para asegurarse que no ha ocurrido otro 11-S y la vuelve a
apagar. Coge su guitarra. La guitarra que tiene en el salón. Tocando
no olvida que tres de sus dedos de la mano derecha no pueden abrirse
y rasgar las cuerdas. Aunque le baste con dos. Sus rodillas se
golpean una y otra vez dentro de la silla mientras toca. Dentro de
esa silla hay más movimiento que en muchas personas enteras. Su
cuerpo se revuelve. Grita y habla. Canta. Aunque el dolor no se vaya.
Ni las facturas de los hospitales que ascienden a unos 70.000
dólares. Es 25 de Diciembre y Jesucristo no ha vuelto con ningún regalo. Suelta la guitarra y se va al
porche trasero. Allí coge otra guitarra. La guitarra del porche
trasero. Y canta a la sombra sobre la madera americana. Lejos de las
miradas de la gente en el porche delantero. Y así todo lo que tiene
que decir se dice. Dos horas después está en el hospital en
coma por una dosis letal de relajantes musculares. Y al cabo de otras
horas ya no habrá más preocupación por las facturas médicas. Sólo
quedó una: “Decídselo a Kristin”.
jueves, 15 de agosto de 2013
martes, 6 de agosto de 2013
La Pathos Andaluza.
La jondura del andaluz traspasa los
siglos. Traspasa los campos. Verdes, blancos. Las máquinas que
zarandean los olivos, las cosechadoras. Traspasa las tabernas, la
suciedad. Europa, el Oriente. La jondura del andaluz es nuestro
canto. La libertad. Ese misterio primitivo. Balbuceo de nuestra
tierra. Tierra de jilgueros y lobos. De un
grito silencioso más profundo que la seguidilla incluso. La gran y
última expresión de la pathos andaluza. La que baña los ríos y
los rostros del andaluz.
El progreso productivo no entiende de
lenguajes prehistóricos. Los nuevos caciques que nunca se han ido
no entienden de necesidades ni inflexiones. Nuestro canto y nuestra
habla es una misma cosa. Un mismo corazón infinito de ruidos.
Somos un pueblo triste, un pueblo
estático. Dijo ya Lorca en 1922. ¿Y qué ha cambiado en nuestro
pueblo?. La piel algo menos quemada por el sol. Menos curtida. Algo menos acalorado gracias al A/A. Pero
nuestras espaldas siguen soportando el mismo peso. El peso del amor.
De la muerte. En busca de esa señal salvadora en nuestros cielos. En
la sierra. En la costa del Mediterráneo. Qué fonemas usar para
expresar eso. Qué oscuridad salvar bajo la sombra de Despeñaperros.
Somos el oriente hispánico. La gravedad de la psique castellana.
Nada de medias tintas. O el pozo ciego o la luz. O la Pena. O tus
besos. Siempre la noche realmente. Estrellas encerradas en un silo de
vaguedad. Al cual no se entra con gramáticas. “flotando en el
viento como vilanos de oro” . ¡Qué espíritu el nuestro!
Lleno de llantos. De Poesía. De Sangre. Una sangre hervida bajo el
sol. En los campos. En los invernaderos. En el hormigón de agosto.
Ahora desierto de nuevo. Elegía del capital.
Estamos destinados al infinito. El
patetismo andaluz perdurará. No será borrada esta pasión. No cabe
destrucción. Eso sería la resolución. El infinito plasmado.
Nuestros ritos pueden ser entendidos o criticados. Incluso por
nosotros mismos, hermanos. Hombres que rechazan la sencillez y a los
hombres extraños. Nacidos bajo el mismo sol. Aunque no todos
martirizados por él. Represores de la raza. Que no oyen ni poseen
el grito. El grito eterno del andaluz. Bajo la noche.
* Texto inspirado en la conferencia en el Centro Artístico y Literario de Granada el 19 de Febrero de 1922 de Federico García Lorca.
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