martes, 28 de octubre de 2014

Gente en mis ojos.


Duerme con tu ojo interno y tus órganos abiertos. No dejes de tenerlos en la mira. Sombras creadoras de una ceguera disfrazada de luz. Romeos y Julietas. Perfumes y besos de cuerpos rotos. De mentes en fase terminal infectadas por el gran virus. Míralos y lee sus labios. Sus gargantas rocosas. Tenlos en la mira. No aceptes nada. Juega si hace falta en aquellos días señalados. En otros, huye. Del olor de sus estómagos. De las puertas del horno oculto. Paséate frente a ellos. Fíjate en los gatos. No dejes de tenerlos en la mira. Son peligrosos. Son inyecciones de aire. Descifra el código y evítalo. Y si te abandonan, habrás ganado.



sábado, 18 de octubre de 2014

Una noche nueva





Después de tantas horas de hablar y discutir, y beber y comer, y gritar sin encontrar algo razonable en todo ello, algo con lo que sentirse satisfecho, o un consuelo, nada, se ve vomitando sobre zapatos de fiesta. Algunos hablan del marisco, otros de las uvas. Algunos se atreven a hablar del anís, otros, del whisky.
Entonces se ve, digámoslo sí, obligado. Obligado a huir con una especie de sensación de estropicio emocional. Una inutilidad que está adoptando cierta madurez.
La calle es como el viejo oeste pero con niebla. Un salvaje oeste de baldosas aunque en este pueblo aún exista el albero. Camina por una callejuela de molduras de sangre. Piensa en la suerte que ha tenido de no mancharse el traje, ni siquiera los zapatos -es extraño-, recordando de qué forma había ensuciado a la gente que se encontraba cerca de él. En que la música era horrible, y la gente, sus trajes, sus bolsos sus perfumes, sus joyas; todo era horrible. Él también lo era. O lo estaba. Era una mala noche sin duda, aunque tampoco importaba demasiado, era la última del año.
Bajo los soportales de la plaza del pueblo encontró una taberna abierta. Una taberna reconvertida en antro por los horas y los clientes. Nada a su alrededor había mejorado. Incluso tenía la sensación de que había empeorado. Entonces encontró a una chica. Una chica que bailaba al fondo, en una esquina. Una chica a la que creyó reconocer.



                            Muchacha leyendo en el suelo. Edgar  Degas 1889.


viernes, 10 de octubre de 2014

La Caldera

Era una caldera ardiendo
explosionada
en una calle cloaca
esperando a la peste
bajo banderas de hambrunas.
Incapaces todos de decir la verdad
llenos de suciedad y muerte
un niño
recorre piedras con la boca
con las manos libres de la enfermedad
pero orgulloso de la violencia
con una sonrisa ante la jerarquía
con una sonrisa ante el reconocimiento
de la muerte.





martes, 7 de octubre de 2014

Aniquilando

Me van aniquilando
o intentándolo
con palabras cerradas de EGB
llenas de faltas de ortografía,
pero está pasando en estos momentos
y mañana no quedarán ni los acentos
pequeños puñales de envidia
que caerán sobre mi camino
de frío y mañana

me van aniquilando
como si mi fatiga y mi
propia pena no fuera suficiente
jueces de escarcha palabra
que andan diciendo
lo que ayer pasó

me van aniquilando
o intentándolo
con palabras de tierra seca
jueces de la relación ejecutada
con cualquier cosa baja y sumisa
ejecutada sobre el silencio y el abandono


me van aniquilando
con un propósito de ambición
dibujando su propia sombra asesina de sí misma
ahogada en un árbol de puntos
que dejé atrás del camino
soleado y eléctrico