martes, 30 de diciembre de 2014

Os deseo la muerte.


Es necesario morir como el Ángel nos anunció bajo el cielo nublado. Morir una y otra vez. Y no sólo necesario. Sino inevitable. Algunos quedaréis bocabajo sin volver a levantaros, cierto. Pero no os preocupéis porque nadie os echará de menos. Si no os levantáis será porque ya no sois nada desde hace mucho y la muerte definitiva es lo mejor que os puede pasar. Ninguno nos salvaremos de la muerte. Y así os lo deseo. Y así llegará. Desde la profundidad oculta del centro magnético de la Tierra. Donde habitan los espectadores verdugos y salvadores de nuestra existencia. ¡Moriros, moriros, moriros, moriros, moriros, moriros, moriros! Una y otra vez una y otra vez una y otra vez. Y observar fuera del deslumbramiento la alineación de la nueva era. El alumbramiento sobre la pobreza conocida. La energía sobre nuestros nuevos cuerpos muertos. De la muerte y el nacimiento del cosmos. La desolación de aquellos desesperados ante la muerte que no podréis evitar con vuestra alienación agonizante. Moriros. Dejad vuestros cuerpos pudrid bajo el olor del geranio. Moriros. Unos encima de otros. En una montaña de muerte donde el alud de la vida elija qué merece ser alimentado. Donde sólo aquéllos que reconozcan la muerte serán capaces de aceptar el alimento. Sólo ellos. En la tierra muerta donde el brote nace una y otra vez una y otra vez una y otra vez. Sobre la muerte.  





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